Capítulo
5
Layla
Una semana más tarde, en su habitación,
Layla se ajustaba el corpiño del corsé de su largo vestido hasta dejarlo perfectamente
sujeto. El cabello le caía trenzado por la espalda en suaves hondas, como un
camino serpenteante.
Respiró hondo mirándose en el espejo del
baño. La lámpara de gas situada en la parte superior de la pared le daba a la
habitación una atmósfera cálida y muy segura. Se miró nuevamente en el espejo
examinando su figura, algo desconcertada con lo que veía, ya que el atuendo que
la rodeaba no era algo a lo que estuviera remotamente acostumbrada. Pero se
alegraba de haberlo conseguido. Por fin llegaba el final del curso y tendría
que tomar una decisión…
Layla frunció el ceño y paró en seco el
rumbo de sus pensamiento, llevándolos hacia temas más mundanos.
La luz en el cuarto hacia que su aspecto
pareciera fuera de lugar en ese preciso momento. Se había acostumbrado al
talento de Daniel con las velas, ya que era toda la iluminación que él utilizaba
en su habitación.
Ella adoraba esa costumbre y al mirar a
su alrededor, deseó tener a Daniel junto a ella en ese momento.
Caminó de regreso a su habitación para
comprobar el trenzado de su cabello. No es que a ella le importara realmente
pero quería estar perfecta para él. Tan perfecta como lo sentía a él siempre.
Quería estar a su altura y sentirse hermosa cuando Daniel la mirara… Quería…
Suficiente,
ricitos de oro Pensó sacudiendo la cabeza mentalmente.
Fuera el cielo estaba nublado. Las nubes
se iban desplazando con rapidez y sutileza a la vez, dejando entrever el cielo
que comenzaba a oscurecer con el caer de la noche.
Layla buscó por la habitación sus
zapatos suspirando alegremente. En realidad, si se hubiera podido deshacer de
algo en ese momento, los zapatos hubieran corrido un grave peligro. El punto
bueno era que el vestido azul marino que llevaba le llegaba hasta el suelo y
los zapatos no se verían, por lo que escogió unos de tacón bajo y muy cómodo.
Todo el asunto de prepararse para el
baile le había traído añoranza.
Aunque desde que estaba con Daniel había
conseguido alejar los malos recuerdos de la cabeza la mitad del tiempo, en ese
momento sintió una punzada en su pecho mientras una imagen se filtraba por sus
pensamientos. El vago recuerdo de su madre trenzando su pelo cuando era niña.
Dios, cuanto habría deseado poder tener
a una madre que la ayudara a prepararse para el baile de fin de curso y ese
tipo de cosas tan normales que cualquier chica había tenido la oportunidad de
vivir. El hecho de que su pareja fuera, de hecho, un vampiro hacía que todo el
asunto de querer normalidad no tuviera mucho sentido. Y le gustaba de esa
forma. Este era su mundo.
Se recostó por un momento en las suaves
y frescas sabanas de satén que cubrían su cama, aspirando el sabroso olor de
Daniel en ella, y sintiendo su presencia como si estuviera allí mismo. Con los
ojos cerrados aún, recordó todo lo que habían pasado estos días. Daniel le
había mostrado las ventajas que conllevaba vivir en su mundo y ella sabía que había aprendido a controlar su deseo de
sangre hacia ella.
Se había dado cuenta una noche mientras
dormían.
Layla se había despertado de repente a
causa de un sueño e intentó reacomodarse nuevamente en el pecho de Daniel,
arrastrándose desde su posición hasta llegar a él. Cuando se había acercado, la
respiración de él había captado su aroma y sus colmillos se alargaron
instantáneamente.
Daniel abrió los ojos de repente,
mirándola fijamente por unos segundos de arriba abajo, suspirando. Las blancas
puntitas que sobresalían por debajo de sus llenos y seductores labios le había
parecido lo más sexy que podría haber visto al despertar.
Daniel la había tomado por la nuca y había
acercado su cuello a su nariz para poder olerla mejor. Sus grandes manos la
acercaban con anhelo.
Aspiró su olor como si fuera lo más
sabroso que había olido nunca. A ella le encantaba cuando hacía eso, y una
parte de ella deseó que hundiera los colmillos en su vena y así, poder
alimentarlo. El hecho de poseer lo que él necesitaba para vivir, dentro de
ella, y poder dárselo…
Layla quería alimentarlo, llenarlo… y no esperaba que nadie la
entendiera. Casi no lo entendía ni ella misma
Pero él le había besado el cuello de
arriba abajo y cuando volvió a mirarlo, sus colmillos había vuelto a la
normalidad.
Le había dicho en más de una ocasión lo
mucho que deseaba su sangre, pero prefería mantenerla a salvo, incluso aunque
no corriera tanto riesgo.
Su salud era lo primero para él, asique había
dejado correr el tema.
Layla abrió los ojos y recordó que
pronto se encontraría con Daniel. Recogió su abrigo y se dirigió hacia la
puerta una vez estuvo segura de que todo estaba en orden. Mientras lo esperaba
supo que su decisión era acertada.
Después de un momento Daniel apareció
caminando lenta y grácilmente por el pasillo de la torre donde estaban sus
habitaciones. No había otros estudiantes merodeando por ahí, por lo que imaginó
que todos ya estarían en el salón principal.
Cuando lo miró acercarse con su paso
firme y majestuoso llevando su abrigo cuidadosamente doblado bajo el brazo, se
sintió como si ambos hubieran viajado a otra época. A pesar de su elegante
atuendo negro de arriba abajo y su suave cabello, que caía desinteresado por su
frente, Daniel rezumaba poder con cada zancada que daba hasta llegar a ella. Su
marcado mentón y sus agudos pómulos lo hacía parecer temible a pesar de todo, y
Layla se sintió segura a su lado.
En ningún momento sus ojos abandonaron
su figura, y un calor le llenó el pecho cuando su mirada se impregnó de deseo.
Daniel era tan perfecto, también debido a que encajada a la perfección con el
tema Victoriano del baile.
Daniel pertenecía a ese mundo.
Daniel
Mientras se aproximaba hacia la puerta
de Layla, Daniel pensaba en la noche que les esperaba. Reacomodó la manga
derecha de su camisa y el abrigo que sujetaba, acercándose por el pasillo hasta
sentir el suave y encantador olor que desprendía Layla.
La vio parada junto a la puerta de su
habitación con el corpiño del vestido ciñéndose y pronunciando sus pechos. Su
delgada cintura se acentuaba debido a la falda que caía del vestido. No era muy
abultada y eso era lo que más le gustaba de ella. Daniel la había convencido
para regalarle un vestido acorde con el tema victoriano del internado, y no le
extrañaba que Layla hubiera escogido el menos pomposo. Sin embargo, estaba espléndida
y deseó bajar para poder demostrarles a todos que ella era suya…
-Estas hermosa esta noche…- dijo pegando
su cuerpo al suyo para sentir su calor – Bueno, sería más apropiado mencionar
que estas hermosa todas las noches.
Daniel le tomó la mano y la pegó a sus
labios mientras se inclinaba lentamente, siguiendo un poco más con la broma.
La suave y cantarina risa de ella, le
llenó el pecho y no puedo resistirse a besarla ardientemente posando la mano en
la parte trasera de su cintura para acercarla más a él. En un instante los
brazos de Layla estaban enroscados en torno a él mientras sus besos se volvían
cada vez más insistentes. Tras un momento, la tomó de la mano y comenzaron a
caminar por el pasillo hacia la escalera que bajaba hacia el salón principal.
Las lámparas de gas que iluminaban el
pasillo la hacían verse todavía más hermosa. Si eso era posible.
-Estás…- dijo ella parándose un momento
para pensar en el adjetivo adecuado - no estoy acostumbrada a verte tan
elegante.
-Entonces aprovecha, porque dudo que
vuelvas a hacerlo
Daniel soltó una limpia carcajada
mientras se aproximaban a la escalera.
-¿Estás seguro de esto? – le preguntó
Layla señalándose el vestido y con un gesto abarcando el salón al que estaban
por llegar.
Daniel le acarició la clavícula, no
pudiendo resistirse a tocar la suave piel.
Cuando ella se estremeció, respondió.
-Sí. Además de esta forma puedo
mostrarte un poco el estilo de vida que existía cuando aún era humano – esto
último lo dijo bajando la voz para que solo ella pudiera oírlo.
Juntos se acercaron a la gran escalera
que descendía majestuosa. Ella bajaba tomada de su brazo, no porque lo necesitara
sino por quería seguir en contacto con su cuerpo.
-¿formabas parte de la aristocracia? –
Layla parecía sorprendida –Bueno, tienes unos modales impecables en la mesa, y
la mayoría del tiempo pareces sacado de una revista porque cualquier prenda te
queda estupenda.
Ahora que lo pienso, no me asombra tanto-
Su tonó juguetón hizo que tuviera ganas de hacer muchas cosas que no eran
apropiadas para hacer en público.
Ambos terminaron de bajar y él sintió la
admiración que apreció ella al ver la elaborada decoración victoriana.
Daniel sonrió alejando esos pensamientos
de su mente, mostrando una hilera de perfectos dientes alineados unos con
otros. Lo que los demás no sabían era que sus dientes eran tan fuertes como
para masticar granito.
Ella se fijó en ellos y sus labios se
entreabrieron tiernamente. Su ceño se frunció mientras pensaba concentrada en
algo. Percibió en el aire la ansiedad que le causaba lo que estaba pensando.
Deseó saber de qué se trataba pero no sería grosero. No se metería en su cabeza
para atisbar sus pensamientos. En cambio dijo:
-Bueno digamos que mi familia perteneció
a una clase favorecida durante mi juventud. No figurábamos entre las familias
más importantes pero aún vivíamos según el estilo de vida aristocrático,
mientras mucha gente no tenía para comer. Aquello era algo que no comprendía y
mi padre creía que estaba loco por preocuparme por esos meros detalles.
Antes de que me convirtieran, mi familia
fue declarada en banca rota. Mi madre cayó enferma por la presión de la clase
social y la enfermedad se apoderó de ella. Durante ese ultimó año mi padre hizo
lo posible por ayudarla, pero la “Demencia precoz” como lo llamaban en esos
tiempos, iba muy avanzada. Supongo que
ahora la podrías llamar Esquizofrenia.
No sabía porque pero no había podido
dejar de hablar. Era un idiota, ¿Quería quitarle la ansiedad contándole este
tipo de historias? Esta no era las de y-vivieron-felices. Pero Layla no lo
miraba con ansiedad sino con pesar.
-No quiero ni imaginar por lo que
tuviste que pasar siendo tan joven. Es decir, a los veinte nadie quiere ver a
su madre de ese modo. Lo siento mucho…
Layla tomó su mano y se la apretó.
Dejó de lado el tema y se centró
nuevamente en ella. No quería pensar en los prematuros años de su vida, que
ahora se arremolinaban como escenas de una vida que no era suya. No quería
recordar la “aún educada” demencia de su madre. Ni la silenciosa desesperación
de su padre, pretendiendo que todo estaba bien. Ellos habían sido víctimas de
la presión que sufrían las familias “adineradas” a ver su “fortuna” pendiendo
de un hilo.
No culpaba a sus padres por su forma de
pensar. Habían crecido con esa mentalidad y desde luego no la habrían cambiado.
Empujó los amargos pensamientos al fondo
de su mente e inspiró de forma mecánica.
Los olores de todos los estudiantes se
mezclaban en el gran salón, pero sin ninguna duda el aroma de Layla se
anteponía al de todos los demás, inundando su nariz con el rico olor de su
champú. Los estudiantes de apretujaban bailando en el centro del salón, pero no
les prestó atención. Podría mirarla por el resto de la noche y no se cansaría.
Diablos, podría mirarla por el resto de la eternidad.
-Amor- hijo acercándose a su oído-
hueles increíblemente bien.
La risa juguetona que soltó ella y la
mirada de anticipación de ambos, los hizo ver como dos tontos enamorados. Y le
daba igual. Hace unos meses, se hubiera reído de sí mismo al verse tan atrapado
con una hembra. ¿Ahora? No encontraba una forma de detener todo lo que estaba
sintiendo por ella y tampoco quería. Estaba enloquecedoramente enamorado.
Sintió como ella se acercaba del mismo
modo al cuello de su camisa para olerlo. Sus grandes hombros la cubrieron.
-Eso no puedo rebatirlo-repuso con voz
inteligente- Pero soy no quien mejor huele esta noche.
Layla posó un juguetón beso en su cuello
mientras arañaba su piel con sus suaves dientes.
Eso calentó su cuerpo al instante. Dios,
ella lo volvía loco.
Estaba
perdidamente loco por ella…
Mientras una nueva canción comenzada a
inundar el salón y los bajos retumbaban en las paredes Daniel la acercó a su
cuerpo.
-¿te gustaría bailar? –Por un momento,
casi esperó que le dijera que no. Ella no se había sentido muy cómoda los años
anteriores cuando se había celebrado este tipo de bailes de Fin de curso, pero
de algún modo esperó que aceptara. Él tampoco pertenecía a este mundo. Durante
los años que había vivido en la grandeza, nunca se había interesado en este
tipo de cosas. Pero ahora que la miraba, tan hermosa con el vestido azul marino
contrastando con el color miel de su piel, deseaba vivir esto con ella.
Layla sonrió desprendiendo alegría
-¿de verdad me lo preguntas?- Su voz se
alzó segura por encima de la música- No te soltaría ni loca en esta multitud.
Todas las chicas te miran esperando que te separes de mi- Layla soltó una risa
genuina- Además, no podría rechazarte nunca, estas hermoso con este traje.
Antes de que terminara de hablar se
lanzó contra ella mientras se tomaban, encajando como dos piezas que hubieran
sido separadas y que finalmente alguien hubiera vuelto a unir en su lugar,
donde pertenecían.
Layla
Daniel los incorporó a la pista de baile
con un giro limpio.
Layla no podía describir lo que sentía
mientras su cuerpo se mecía entre la multitud de estudiantes y Daniel la
dirigía de un lado a otro del salón con habilidad y gracia. Sentía como si
volara, al notar la pesada pero cómoda falda de su vestido moverse con ella, al
son del Vals.
No pensó que le gustara tanto todo el
asunto del baile, pero en ninguna de las otras ocasiones había estado Daniel en
su vida. Con él, todo era sencillamente mejor…
No tenía que pensar en los movimientos,
solo se dejaron llevar por el sonido de la música en sus oídos. Podrían haber
estado así durante horas, y solo habría sido aún mejor.
Después de lo ocurrido con sus padres,
siempre se había negado inconscientemente este tipo de cosas y ahora se sentía
como si por esa noche estuviera experimentando las vivencias de otra persona.
La música y los círculos que trazaban
por el salón junto con las otras parejas, la hacía olvidar los sombríos
momentos de lo que ahora le parecían pertenecer a otra vida. Una más oscura.
Y todo aquello, solo hacía que quisiera
llevar a cabo su decisión en ese mismo momento.
Daniel la besó después mientras daban
vueltas y gradualmente se fueron dirigiendo hacia un extremo del salón. Algunos
estudiantes que bailaban a su alrededor lazaban furtivas miradas hacia ellos y
ella no pudo evitar comparar los suaves y expertos movimientos de Daniel con el
intento algo torpe de los acompañantes que se movían próximos.
Su risa se mezclaba con la música y
Daniel la miraba todo el tiempo, fijando la mano en su cintura y guiándola. Su
sonrisa la hizo sentir bien. Sabía que Daniel no había querido seguir hablado
acerca de la develación de sus padres. Por lo que lo había dejado pasar por
esta noche, por él.
Y al ver su sonrisa y lo radiante que
estaba, su pecho se llenó de orgullo al tener a alguien tan valiente a su lado.
Sin duda había tenido que pasar por mucho hasta llegar hasta donde estaban en
ese momento y deseó que jamás se acabara.
Lentamente habían acabado por llegar
hasta las puertas de cristal que conducían hacia los jardines del internado y
en su reflejo pensó que Daniel se veía admirable mientras la sostenía en sus
brazos. Deseó salir fuera para poder tener un momento de tranquilidad.
-¿te apetece salir? – Preguntó él. Sin
duda había adivinado el rumbo de sus pensamientos.
Ella asintió y ambos giraron hacia las
brillantes puertas de cristal. Aquella noche el internado estaba magnífico y la
decoración del salón era totalmente exquisita.
Cuando el aire fresco la rodeó y refrescó
su pecho sintió alivio. Finalmente la noche se había tornado cálida. Decidió
que era el momento perfecto para hablarle de lo que había decidido.
Caminaron en silencio hasta un banco de
aspecto antiguo situado un poco más alejado de la multitud de la fiesta.
Sin decir una palabra se lanzaron en pos
del otro. Daniel alojó tiernamente sus manos en sus mejillas mientras la besaba
como si no la quisiera dejar ir.
Sus manos se enroscaron en su pelo, ya
que sabía que a él le encantaba.
-Estas incluso más hermosa a la luz de
la luna
Su grave risa retumbo en su cuerpo y
ella se sujetó a sus grandes hombros, besándolos
De pronto pensó en lo que le había
contado antes de bailar. Había dicho que antes de que lo convirtieran, su
familia había sido declarada en quiebra. Pero, ¿Y qué había ocurrido luego?
-Daniel- repuso después de un momento-
¿Qué ocurrió después? Es decir, cuando te convirtieron.
Él la miró por un momento y dijo:
-Unos años después de que mi madre
cayera enferma, me encontré en un callejón con una mujer hermosa- Daniel sintió la leve turbación en el rostro de ella pero
continuó- No pensé que fuera tan atractiva, sino más bien era su postura al
caminar, su forma de moverse y la expresión de su rostro lo que la hacía
hermosa y diferente. Mientras pasaba a mi lado, sentí curiosidad al ver a una
hembra caminar a altas horas de la noche sin compañía. En un momento estaba
caminando y al segundo me encontraba contra la fría pared del callejón y ella
me apretaba contra el muro. Fue muy rápida y casi no entendía que estaba
pasando hasta que comprendí que estaba bebiendo
de mí.
Horrorizado intenté gritar pero mi
cabeza comenzaba a nublarse y deje de pensar coherentemente. Lo ultimó que
recordé fue un extraño e incitante sabor en la boca. Unas horas después me
desperté en el suelo del callejón. Un tipo que pasaba por allí había intentado
despertarme.
Cuando abrí los ojos por primera vez,
todo era distinto. Nunca entendí qué había llevado a la chica a convertirme.
Layla procesaba aquella información,
intentando ponerse en el lugar de él.
¿Qué pasó cuando tus padre se
enteraron?- preguntó intentado imaginarse la situación 170 años atrás. Debía de
haberse sentido tan perdido…
-Aquella fue la última noche de mi vida
como humano, por lo que naturalmente fue la última vez que vi a mis padres.
Ellos eran diferentes a mí y mi madre ni me reconocería. Quería protegerlos, me
decía. Pero no fue hasta mucho después, que me di cuenta que lo que me había
impulsado a huir de aquello era que yo no pertenecía a ese mundo.
Regresé alguna vez para asegurarme de
que estuvieran bien, pero nunca dejé que me vieran. Lo último que recuerdo es a
mi madre en la cama, con las canas cubriéndole el cabello, y a mi padre junto a
ella.
Era mejor de esa manera, ellos debían
llevar una vida lo más normal posible.
-¿Pero ellos nunca te buscaron?- Layla
preguntó con el corazón encogido. Ambos habían tenido que vivir sin sus padres,
por una razón u otra.
-En aquel momento, era fácil que la
gente desapareciera. Me buscaron por unos meses, pero pronto pensaron que
estaba muerto.
El silencio se extendió mientras la
música desde el salón llegaba a ellos. La expresión de él mostraba añoranza.
-¿Quisieras haber seguido siendo humano?
¿Te arrepientes de ser un vampiro?
La respuesta de él fue rápida como el
rayo y su voz estaba impregnada de dulzura.
-Si esa respuesta fuera afirmativa,
estaría negándome a esto que hay entre nosotros. Si no me hubieran convertido,
jamás te abría conocido. Asique no, no me arrepiento de ser quien soy. En este
momento amo lo que soy, porque así puedo protegerte. Puedo ayudarte, si me
dejas… solo querría pasar mi existencia junto a ti.
Su voz era perfecta y el bajo y profundo
barítono de su voz le erizó la piel. Su mano se deslizo por la mandíbula de
Layla, como una promesa silenciosa.
El aire se había quedado atrapado en sus
pulmones y sentía como si se hubieran tomado unas vacaciones no autorizadas.
Solo se quedó mirándolo en la oscuridad de la noche, observando como la luz
diamantina de la luna hacía que su piel pareciera aún más hermosa. No podía
para de pensar que esa elección de palabras era justo lo que necesitaba para
lanzarse. Porque, ¿Y si él deseaba la mismo que ella? Sin pensar demasiado en
el tema se tiró a la piscina
-Entonces conviérteme. -Su voz sonaba
segura y cálida. Nada que ver con cómo se sentía por dentro.
Daniel frunció el ceño como si lo que
acabara de decir lo hubiera tomado completamente por sorpresa. La miró
profundamente, no entendiendo cómo era que habían llegado a conclusiones tan diferentes.
-¿Qué?
Ella lo interrumpió antes de que pudiera
terminar la frase.
-Por
favor… -Su tono de súplica echó a perder el muro de contención en el que se
había convertido Daniel. O eso esperaba.
Sus ojos no se apartaban de ella
mirándola de arriba abajo, deteniéndose en las curvas de su vestido mientras su
expresión se suavizaba. También se quedó mirando detenidamente su cuello, en el
lugar exacto donde corría su sangre. El pelo trenzado dejaba vía libre a su
imaginación y eso le gustó. Ella también se imaginó lo qué pasaría si al final
Daniel la convertía. La imagen de ellos dos juntos mientras él se inclinaba
sobre su cuello era completamente sensual.
-Layla, ¿estás completamente segura?
¿Desde cuando quieres esto…?
Ella pensó en la mejor forma de
explicárselo.
-Desde siempre me he sentido fuera de
lugar en un mundo de humanos. No lo sabía porque aún no existías para mí. Mi
vida no era nada antes de conocerte y tú has hecho que ahora quiera vivir para
siempre. No soportaría ver cómo te alejas de mi con el paso de los
años….Siempre pensé que eras tan diferente a los demás… y cuando supe la verdad
entendí por qué yo también soy tan diferente al resto.
Cuando no respondió rápidamente, ella
dijo:
-Sólo quiero ser lo mejor para ti. Tú me
lo das todo y quiero poder darte esto.
-Dios, Layla tú me lo das todo siendo
humana. No tienes que cambiar por mí.
-Pero también es por mí…- su voz era tan
baja que casi se convirtió en un murmullo perdiéndose en la noche. Pero sabía
que él la había escuchado.
Quizás le disgustara la idea de pasar la
eternidad con ella. Quizás lo estaba viendo todo demasiado rápido, quizás lo
había asustado. Las cosas no sucedían de ese modo en el mundo normal pero entre
ellos nada había sido remotamente normal. Daniel hacía que el mundo que lo
rodeaba fuera mágico…
Ella bajó la cabeza y respiró hondo, en
realidad entre sus opciones había esperado algo así. Quizás…
Daniel la tomó en sus brazos rápidamente
en un movimiento que casi ni existió, impulsándola hacia su regazo. Sus labios
hicieron contacto sin delicadeza, sin dulzura. Fue pura necesidad lo que la
inundó, y la ansiedad de sus labios mientras la besaba la hacían querer todavía
más… las manos de él recorrían su piel de arriba abajo y una pequeña llama de
esperanza de encendió en su pecho.
Daniel la miró a los ojos, apretando la
mandíbula. Cuando habló pudo ver las hermosas puntitas de sus colmillos.
-No voy a privarte de algo que quieras…-
su voz sonaba ronca y completamente masculina.- Pero debes estar completamente
segura, amor. De esto no hay vuelta atrás. Me siento un imbécil por decir esto,
pero espero que no cambies de opinión.
Layla Lanzó un grito a la noche que duró
solo un latido. Se pegó a los labios de su amante y lo abrazó con fuerza. Era
real, estaba pasando de verdad. Las manos de él recorrían su cuerpo nuevamente,
con amor y deseo. Layla sonrió con anticipación ante lo que estaba a punto de
pasar entre ellos y su cuerpo se llenó de una calidez que ni la más fría de las
noches podría haber extinguido.